Primero que nada, quiero felicitar públicamente a María que a menos de un mes de estar en su trabajo ya la ascendieron. ¡Te quiero mucho hon!

Pues regresamos a Frankfurt, la ciudad en la que ya hemos estado tres veces. Ahora fue diferente, porque estaba lleno de holandeses. Me choca caer en el estereotipo, pero todos tienen cara de holandés, tal cual. Güeros, altos, fornidos... y como todos los que vienen al mundial, borrachos. Nos tocó ver en la plaza más vieja de Frankfurt una banda con trombon, trompeta, tambores y platillos tocando sus canciones típicas. Cantaban emocionados. Cuando terminaron su canción, un grupito de argentinos decidió competir con alguna porra. Poco a poco se fueron juntando más y al final sí hacían ruido. Los holandeses contestaron con otra canción, los argentinos le pusieron su propia letra, y así se fueron.

Lo que pasó después es que la banda dejó de tocar, todos agarraron sus instrumentos y se fueron directito al grupo blanco-azul. Nadie ubicaba bien qué onda. ¿Se iban a pelear? ¿A saludar? Hice un rápido conteo y habían como 20 holandeses por cada chimichurri... Nada. Empezaron a tocar el himno nacional Argentino. Los holandeses. Los dos países que se peleaban el primer lugar de grupo tocando y cantando juntos. La piel se me puso chinita. Roberto sólo dijo "Esto es el mundial" Es como el colmo del espíritu deportivo, deveras. Acabaron todos gritando "Holand, Holand."

Es uno de esos momentos que se tarda uno en olvidar.

Hoy nos vamos a Leipzig, a ver el entrenamiento de argentina y luego el partido contra México. No voy a hablar de nuestro futbol.